¿Hasta dónde somos concientes de que nuestra sociedad actúa con una lógica descabellada? Y sobre todo, nosotros, además de ser los protagonistas de este enredo ¿hasta dónde somos concientes de que esta misma sociedad de consumidores tiene como característica más prominente la de transformar a los consumidores en productos consumibles?, o sea, nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto, y nadie puede resguardar su peculiaridad de sujeto si no re alimenta el ciclo desenfrenado que exige todo producto de consumo. Esta marcha ya es inherente a la sociedad de consumidores en que vivimos:
“Compro, luego existo…”. (Vida de Consumo – Bauman, Z.).
La sociedad de consumidores desvaloriza la durabilidad equiparando lo “viejo” con lo “anticuado”, lo inútil condenado a la basura; la apoteosis de lo nuevo (lo de hoy) y la denostación de lo viejo (lo de ayer).
Esta “nuestra” sociedad consumista proclama una actuación desatinada, en virtud de la cual, una producción desenfrenada supone el agotamiento prematuro de recursos naturales imprescindibles, sin contar con la acumulación de residuos que están en la base misma de los graves problemas medioambientales.
¡no se piensa!
Ya está incorporado en el modo de “ser” que es el de “tener”.
“uno de los graves problemas de nuestro tiempo es la falta de reflexión sobre lo que hacemos, pues al parecer, dedicamos poco tiempo a pensar, la más noble tarea del ser humano, la más específica y peculiar. No existe una respuesta única a por qué no dedicamos más tiempo a la reflexión, dado que tampoco las causas son únicas, sino múltiples y variadas. Es conveniente constatar que el hombre de fines del siglo XX y el los albores del siglo XXI se encuentra devorado por la vorágine del “hacer” (…) La meta del hombre de hoy podríamos cifrarla en “ser más cada uno”; dado el tipo de sociedad en que el hombre debe desarrollarse –en la que se persigue como meta “tener más” (…)”
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